Después de todo lo que ha tenido (y seguirá teniendo) ocasión de investigar, ¿tiene José Luis la sensación de que llegará el momento en que seamos plenamente conscientes de todo lo que rodeó al figura de alguien tan significativo en tantas facetas como don Miguel Hernández?
“Creo que a base de insistencia y de seguir ‘en la brecha’ revisando ediciones y actualizando la biografía de Miguel Hernández, y realizando también otras labores (como otra edición que he hecho para niños de cinco años y otra para niños de ocho en distintas editoriales, incluso en la editorial para adolescentes)… considero que esas ‘aproximaciones’ sí van dando sus frutos”, afirma.
Ferris nos cuenta que “hay muchísima gente trabajando en esa dirección y haciendo ediciones críticas e incluso adaptadas de la obra de Miguel Hernández” y asegura que seguirán insistiendo en ello porque, a fin de cuentas, el objetivo de todo esto y de escribir sobre la vida del poeta es “que el lector vaya a la obra del poeta: no tiene sentido una biografía si no consigues que le gente no vaya luego a la fuente fundamental que es la obra”.

“Miguel Hernández es un poeta que los niños adoran si les sabes explicar quién fue”

Conversando con la nuera de Miguel Hernández () en La Cerca, ésta aseguraba que le gustaría que la figura de Miguel estuviera más ligada aún a las aulas en todos los niveles educativos, un poco en la línea de esas ‘otras labores’ a las que se refería José Luis (trabajando en ediciones especiales para niños, para adolescentes, etc.) con el fin de seguir haciendo que el poeta llegue a todos…
“Todo lo que se haga en este sentido nunca estará de más”, afirma; nos cuenta cómo, sobre todo a partir del centenario del nacimiento del poeta (que fue en 2010), “las editoriales se pusieron mucho las pilas (y muchos pedagogos también) y se hicieron bastantes libros” en torno al poeta; “el problema es que cuando se acaba un centenario o se acaba una conmemoración, parece que se ha olvidado”.
No obstante, señala que Miguel Hernández “ha tenido un poquito de más de suerte porque hasta hace nada ha sido un tema de los que entraban casi seguro en Selectividad; por lo tanto, durante muchísimos años (por lo menos hasta este año, que todavía sigue entrando en Selectividad) Miguel Hernández ha sido un autor que, sobre todo en Bachillerato, los alumnos tenían que leer y estudiar sí o sí”.
, que ha conocido en primera persona el mundo de las aulas (aunque más en el ámbito universitario) y que visita todos los años muchos institutos de enseñanzas medias, nos cuenta que cada curso se encuentra con unos 200 o 300 alumnos a los que les habla sobre la figura de Miguel Hernández y a los que ve quedarse “bastante fascinados”; por eso considera que “si se mantuviera dentro de los planes de estudio, algo haríamos”.
Ferris afirma que Miguel Hernández “es un poeta que los niños adoran si les sabes explicar quién fue: la vida en plena naturaleza que tuvo, cómo era un enamorado (casi un , con ocho años) de los animales, del agua de la naturaleza… Si hubiera más insistencia en ese sentido, creo que cuando uno llega a una edad más madura, tendría a Miguel Hernández como un compañero de vida casi”.

Un pastor fugaz y especial, que llevaba en la mochila libros de Góngora, del poeta francés Verlaine, de Garcilaso y Rubén Darío…

Este nuevo trabajo de José Luis Ferris es un paso más en el objetivo de deshacer los tópicos que han rodeado la figura de Miguel Hernández. ¿En qué tipo de cuestiones hemos tendido socialmente a forjar y mantener una visión equivocada tanto ‘del hombre’ como ‘del poeta’?
“El primer trabajo (y quizá el más arduo) que hubo al escribir la biografía del poeta fue precisamente el rescatarlo de debajo de una hojarasca de tópicos, de leyendas, que eran muy cómodos para los profesores de enseñanza…”, afirma.
“Pensar que había una mujer única en la vida del poeta; pensar que era un poeta tremendamente pobre; que era un poeta que se tuvo que educar a sí mismo porque no tuvo opción de ir a la escuela; que era un poeta que toda la vida convivió con los animales y con las cabras… -enumera-; pues todo eso es falso”.
José Luis Ferris no duda que “deshacer esos tópicos humaniza más al poeta”, aunque quizá ‘choque’ a algunos ahora para (por ejemplo) “explicar ‘El rayo que no cesa’ a la sombra de otro amor que hubo en la vida de Miguel, de otra mujer (como es el caso de Maruja Mallo, que es algo que se ha podido comprobar ahora con muchísimos documentos), o cómo es posible que detrás de un poema tan hermoso como ‘Las abarcas desiertas’ (hablando de la pobreza de ese niño que cuando llega la Navidad se queda sin nada, sin regalos de Los ) no haya un escritor que no haya conocido la pobreza… Pues porque no la hubo: Miguel Hernández vivía bien, en una gran austeridad (porque el padre era alguien a quien no le gustaba que los hijos vivieran de una manera excesivamente holgada) pero nunca faltó un plato de comida en su casa ni ropa que ponerse, no faltó nada”, aclara.
Pero los ojos de Miguel Hernández si vieron esa pobreza “en sus compañeros de su calle, en muchos ‘niños yunteros’ que estudiaban apenas dos o tres años en toda su vida… Pero es que Miguel estuvo diez años estudiando, diez años escolarizado (hasta los quince años estuvo)… eso era mucho y no era habitual, por tanto tampoco podemos hablar de una persona autodidacta…”.
Efectivamente, se dedicó al pastoreo: muy poco tiempo y cuando se lo pide su padre, pero Miguel en ese momento “ya era una persona instruida, un pastor muy especial que llevaba en la mochila libros de Góngora, de poetas franceses (como Verlaine), que llevaba a Garcilaso, a Rubén Darío… De modo que el tópico del poeta indocumentado, pobre y que se dedicó toda su vida a lo mismo… es falso, completamente falso”.

“Cartas, diarios, de diplomáticos de la época lo confiesan con esas palabras: ‘A Miguel lo han dejado en tierra’… A la hora de la verdad, la cúpula del y del protegió a determinados poetas y a otros… los dejó en tierra”

Mucho se ha dicho (y mucho, también se ha callado) de los roces que existieron entre ‘las plumas’ (más o menos comprometidas) de aquella época, sus mutuos recelos hacia ‘el compañero’… ¿Qué se puede descubrir de la relación de Miguel con los compañeros que no lucharon como él? ¿Qué tipo de ‘discrepancias internas’ acabaron jugando un papel decisivo en su devenir?
“Miguel Hernández despertaba auténticas pasiones en la gente por su carácter, por su bondad, por ese entusiasmo que le echaba a la vida (era una persona que llevaba siempre una sonrisa cosida a la cara) y, dentro de esa imagen, también está la de un hombre que nunca renunció a sus orígenes rurales: a vivir y, sobre todo, a vestir de un modo sencillo… eso crea dos ‘alergias’ por parte de muchos de la Generación del 27 que no dejaban de ser auténticos burgueses y que no admitían dentro de su círculo a personas con ese aspecto como el de Miguel (que desde luego era, quizá, el más limpio de todos porque siempre estaba en el agua y era su obsesión, pero no se ponía corbata ni zapatos, etc.); eso generó alergias…”, relata José Luis.
Prosigue afirmando que, por otro lado, “ese carácter que imantaba también desplazó a otros de ser ‘el centro de gravedad’ (como lo habían sido antes de que llegara Miguel en el año 1935 y se instalara en ); eso generó, a fin de cuentas, una alergia declarada, manifestada y, además, contada (con lágrimas) por muchos años después fundamentalmente referida a que decía eso, que le tenía alergia a Miguel Hernández y que lo iba a evitar en la medida de lo posible; así se lo decía a sus amigos: ‘si está Miguel sabes que no voy a ir a tu casa y, si quieres que vaya, pues tendrás que echarlo…’”.
También se refiere a otro tipo de ‘roce’ o de enfrentamiento, que es el que surge por dos lecturas distintas que se hacen de la Guerra Civil y del compromiso del intelectual: “Miguel Hernández quiere estar ahí, no va a dejar en ningún momento de ser un escritor de importancia pero no puede pasar esos tres años en la retaguardia, él es incapaz de meterse en un palacio para pasar allí la guerra haciendo revistas contra el fascismo; él concibe que se puede hacer eso y también estar con los milicianos y con el pueblo en la primera línea de fuego, y esa lectura es la que él se aplicó a su vida y lo que hizo mientras que otros estaban en la retaguardia”.
José Luis Ferris se refiere a “la gran injusticia de la vida” cuando llega a esa “hora de la verdad en la que la cúpula del Gobierno de la República y del Partido Comunista (al que pertenecía Miguel, como y como otros muchos) protegieron a determinados poetas y a otros los dejaron en tierra; Alberti fue un privilegiado, como Santiago Ontañón, a quienes ese último Gobierno de la República puso un coche para sacarlos de Madrid y evitarles cualquier peligro y llevarlos a la provincia de Alicante para que desde allí cogieran un avión y se fueran al exilio… y a Miguel lo dejaron en tierra, literalmente, en Madrid; ha aparecido ya lo que estábamos esperando: una serie de cartas, de diarios, de diplomáticos de la época que lo confiesan con esas palabras: ‘A Miguel lo han dejado en tierra’… Y eso sí que es verdad, no fue una época especialmente armónica y entre los escritores y los intelectuales pararon estas cosas”, nos cuenta.

El reloj que le había regalado una de las personas que más lo quiso fue culpable de su detención en Portugal; y, a poca distancia de allí, un Guardia Civil paisano suyo fue el delator que desencadenó las palizas, la cárcel… y la muerte para el poeta

Con respecto a la muerte de Miguel, José Luis Ferris relata aquella historia que tampoco estuvo exenta de mala suerte: “Consiguió lo más difícil, atravesar España, salir, llegar a Portugal (su sueño era llegar a y, allí, encontrarse con su mujer y su hijo y marcharse al exilio, a Chile, con )… y, cuando ya había logrado lo más difícil, lo detienen en Portugal porque pensaron que era un ladrón al considerar que llevaba un reloj demasiado valioso (que era el que le había regalado Aleixandre cuando Miguel se casó con Josefina); ese reloj fue el culpable de que lo entregaran a la Policía Salazarista y que ésta lo devolviera a su vez al puesto más cercano de la frontera con España (en Rosal de la Frontera, )…”.
Los caprichos del azar no cesan conforme prosigue esta historia: “El primer Guardia Civil que allí interroga a Miguel parece ser que se apiadó de él y dijo ‘éste es un pobre hombre que no ha hecho nada malo… le voy a dejar salir’, pero justamente cuando estaba a punto de dejarlo marchar, hubo un cambio de turno, y entró otro Guardia Civil que (desgraciadamente) era paisano de Miguel Hernández… A tantos kilómetros de la provincia de Alicante, allí casi en Portugal, se fueron a encontrar dos paisanos (uno de y otro del pueblo de al lado, de Callosa de Segura), y este Guardia Civil se da cuenta de que era ‘el gran poeta de la revolución’ (como le calificó) y lo delata”.
Cuenta Ferris que fue así y allí como empezaron las primeras palizas y las primeras cárceles en las que orinó sangre aquella noche. Desde ahí, “cárcel de Huelva, cárcel de . Cárcel de Torrijos, una falsa libertad, otra detención nueva, el Penal de Orihuela (que era el seminario convertido en cárcel aquellos años), vuelta a Madrid (a la prisión de Conde de Toreno), de ahí a la de , de allí a Ocaña, de Ocaña a Albacete y de Albacete a Alicante, donde llega en junio del año ’41 y donde pasaría los últimos meses de su vida”.

“Miguel hacía una poseía tan universal y tan valiosa para todos, que hasta valía para el enemigo”

Miguel Hernández tuvo como nadie el don de la poesía más espontánea, ésa capaz de llegar a todos hasta ser considerado por muchos ‘poeta del pueblo’. José Luis Ferris nos explica que lo que singularizaba al poeta era “hacer algo que no hacía de manera artificial (como otros intentaron hacer); la poesía de Miguel le brotaba de manera natural aunque tuviera que trabajarla mucho para dejarla bien, perfecta, pero tenía unas cualidades extraordinarias”.
De ahí que se muestre convencido de que lo que más caracteriza a Miguel Hernández “es la capacidad para convertir la experiencia personal propia en una experiencia colectiva; en el momento en el que él escribe un poema en plena guerra hablando de su experiencia de que va a ser padre y cuenta en la ‘Canción del esposo soldado’ la ilusión que le espera y el futuro que desea para ese hijo, en ese poema personal, íntimo, se están reflejando todos los que en ese momento estaban pasando por la misma experiencia, y ese poema se convierte en una auténtica ‘bandera’ que va de frente en frente y de la que se van haciendo copias todos los milicianos…”.
Hasta el punto de que, sonriendo, José Luis Ferris nos cuenta que encontró una versión de esa ‘Canción del esposo soldado’ “en manos de un señor muy mayor que había sido precisamente del ejército franquista, y el verso donde ponía ‘nacerá nuestro hijo con el puño cerrado, envuelto en un clamor de victoria y guitarras…’ lo habían cambiado los fascistas por ‘nacerá nuestro hijo con el brazo alzado…’, habían cambiado ese verso para que cuadrara con el espíritu franquista; Miguel hacía una poseía tan universal y tan valiosa para todos, que hasta valía para el enemigo”.

“Miguel era un enamorado del cine y yo creo que hubiera sido posiblemente un director como , si hubiera vivido”

Después de lo cerca que la propia información ha permitido a Ferris estar de Miguel Hernández en ‘su esencia’, ¿se atrevería a pronosticar si la figura hubiera del poeta habría tenido ‘techo’ de haber salido La República vencedora de aquella contienda?
“Yo creo que sorprende que con 31 años (que es con la edad que lo pilla la muerte) tenga ya una poesía tan alta y tan depurada -explica José Luis-; de hecho, la que escribe en su última etapa en las cárceles (lo que va a llamarse después ‘Cancionero y romancero de ausencias’) me parece que es una poesía ya casi insuperable… es una poesía muy ‘machadiana’, está la esencia de la vida con palabras muy sencillas, y creo que ahí consigue lo más alto”.
José Luis Ferris considera que si el devenir de la historia hubiera sido diferente al que fue para Miguel Hernández, éste “hubiera seguido dedicándose a la poesía pero de una manera ya menos obsesiva, menos continua, y se hubiera dedicado a una pasión que confesó a mucha gente en la cárcel (y estoy convencido de que lo hubiera logrado), que era el cine: Miguel era un enamorado del cine y yo creo que hubiera sido posiblemente un director como Luis Buñuel, si hubiera vivido”, concluye.
Hasta aquí esta versión por escrito de la entrevista, vía telefónica, realizada a José Luis Ferris sobre la biografía ‘Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta’, publicada por la Fundación de la que es autor. Si lo desean, les invitamos a escucharla al completo mediante el archivo de audio que acompaña a este texto.