Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

viernes, 31 de marzo de 2017

Muy buen artículo de Fernando Ull Barbat sobre Miguel Hernández y su muente anunciada.

Miguel Hernández, una traición

31.03.2017 | 04:54 A mediados de los años 60 del pasado siglo Max Aub escribía Campo de los Almendros mientras mantenía correspondencia con Vicente Aleixandre –gran amigo de Miguel Hernández– que continuaba viviendo en su mítica casa de la calle Velintonia de Madrid. Quería Aub que Miguel Hernández apareciese en su incipiente libro sobre la Guerra Civil española y escribió al premio nobel para preguntarle sobre las vivencias de Miguel Hernández los últimos días de la guerra. Vicente Aleixandre le contestó poco tiempo después tras hablar con Josefina Manresa, viuda del poeta oriolano, informándole de los avatares de Hernández hasta que fue detenido de manera definitiva. Lo que no gustó a Max Aub fue que Aleixandre le pidiese que bajo ningún concepto apareciese en su libro cómo había conseguido la información. Habían pasado 25 años del fin de la guerra y el que había sido amigo de Miguel Hernández lo negaba por las consecuencias que podía acarrearle reivindicar su figura. Pocas cosas explican mejor el grado de represión y miedo que se instaló en la sociedad española durante el franquismo.

Al conmemorar estos días el 75 aniversario de la muerte de Miguel Hernández volvemos a recordar su extensa obra y su dura vida marcada por un golpe de Estado y una guerra civil, pero sobre todo emerge de nuevo el ejemplo de su tenacidad en la reivindicación de la defensa del humilde frente al poderoso, frente al cacique, que le llevó a una muerte provocada por el abandono de las más elementales obligaciones de caridad y humanidad por parte de aquellos que decían luchar en nombre de las ideas de Dios, a tenor del explícito apoyo que la Iglesia Católica española otorgó a los sublevados.

Nos vamos a detener hoy en el comportamiento que tuvo Luis Almarcha –vicario de Orihuela– con Miguel Hernández en los últimos meses de su vida. Nos vamos a fijar en el hecho de que si Almarcha hubiese querido podría haber salvado la vida a una persona que conocía desde niño y a la que ayudó a publicar sus primeros poemas.

Como sabemos, tras ser detenido después de la guerra, el autor de El rayo que no cesa inició un duro peregrinaje por varios presidios que tuvo como consecuencia que enfermase de bronquitis, tifus y tuberculosis. También sabemos que la atención médica que recibió fue prácticamente inexistente y los cuidados médicos fueron escasos y practicados en condiciones higiénicas lamentables. De ello se quejaba constantemente Miguel Hernández a su mujer en las cartas que le enviaba. La situación de miseria, abandono, hambre y frío que tuvieron que soportar los presos republicanos en las cárceles franquistas en los años posteriores al fin de la guerra civil obedeció a un plan preconcebido por la dictadura franquista de clara inspiración nazi que tomó como ejemplo los campos de concentración y de exterminio que se pusieron en marcha en Alemania y en los países ocupados durante los años en que Hitler, gran aliado de la España de Franco, estuvo en el poder.

Para el franquismo y sus partidarios fue más sencillo dejar morir a los encarcelados –por haber defendido la República– que mandarlos fusilar. Teniendo en cuenta que no se daba a basto con los fusilamientos como medio de exterminar a los republicanos se acogió el sistema nazi de sembrar enfermedades que se convertían en necesariamente mortíferas al no recibir el tratamiento adecuado. Sabedores del escándalo internacional que había supuesto el asesinato de Federico García Lorca en 1936 o el bombardeo de Guernica y del mercado de Alicante, la opción de dejar morir a los encarcelados por enfermedades adquiridas por las lamentables condiciones era más justificable y además entrañaba un mayor sufrimiento.

Luis Almarcha –vicario de Orihuela ascendido a obispo de León en 1944 como pago a los servicios prestados a la causa franquista– conocía al poeta desde muy joven. Pudo haber intercedido por él para que lo llevaran a un sanatorio pero no lo hizo porque Miguel Hernández se negó a ceder al chantaje que le hizo Almarcha: si quería que se le trasladase a un hospital de Valencia antes debía casarse por la Iglesia con Josefina Manresa y renegar de sus ideas. Por tanto, debía renunciar a su ideología que era lo mismo que renunciar a su poesía. Sólo cuando se dio cuenta de que estaba al borde de la muerte y para no dejar a su esposa e hijo sin posibilidad de recibir los derechos de autor de sus libros publicados accedió al chantaje de Almarcha. Sin embargo, poco importaba al futuro obispo de León que Miguel salvase la vida. Más bien al contrario. Una vez salvada el alma del pecador le dejó morir como escarmiento, como ejemplo para todos aquellos que osasen salir del camino marcado por la Iglesia Católica española.

El paso del tiempo ha situado a Miguel Hernández como ejemplo de lucha por la democracia y en bandera de la justicia social. A Luis Almarcha se le recordará por ser el principal responsable de la muerte del mejor poeta que ha dado nuestra tierra.