Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

domingo, 28 de septiembre de 2014

La estancia de Miguel Hernández en Puertollano (Ciudad Real)

    Por Leopoldo de Luis

   La otra perla relativa a la estancia de Miguel Hernández en Puertollano, por mí desconocida y que ahora uno a otras capturas del viento de la memoria y de la desmemoria. Estancia no signada -pero situable entre 1934 y 1935- y conocida a través de una bella carta que Miguel, recién llegado a Puertollano, escribe a Josefina. “Estoy muy cerca de Andalucía, pero no paso a ella. Me ha impedido escribirte ayer mismo no saber si me podías escribir a un punto fijo. Hoy viernes ya lo sé y te pido me escribas a la dirección esta: M.H. Hotel Castilla. Puertollano. Ciudad Real. Voy a vivir en este hotel el tiempo que haya de estar por aquí y aunque todos los días saldré para algunos pueblos vendré a dormir a él”. Ese trabajo de va-y-ven de Miguel Hernández por la comarca de Puertollano ¿era ubicable en su cometido de las ‘Misiones Pedagógicas’ de la República, visitando pueblos menores y aldeas y volviendo a dormir a la quietud amalgamada de frío y del grisú del Hotel Castilla?, ¿estuvo solo Hernández en Puertollano, o viajaba en compañía de alguien más que no cita y por ello desconocemos? No sabemos casi nada, sólo su enorme amor por Josefina y algunas pinceladas traviesas sobre la ciudad y sobre la limpieza de los cuerpos. Incluso un retrato de ella dedicado e interrogado -“dime si se parece a tí”-, con un corazón herido de amor que sangra sobre su nombre.


     Pero sigamos con las notas de Hernández sobre Puertollano. “El pueblo este se parece mucho a Orihuela, aunque es más frío y más triste. En general casi todos los pueblos españoles se parecen un poco, y tienen poco que ver que no sea alguna iglesia vieja y valiosa. Aquí lo que hay son muchas minas  de carbón”. Y poco más. Que Miguel Hernández escribe un viernes frío, día después de su partida de Madrid a Puertollano. Pero ¿por qué Puertollano? Saber más, es lo que anhelamos, aún sabiendo que habría más, que debería haber más. Sabiendo, que la observación de Hernández no se quedaría en esas solas notas sueltas. Con toda seguridad haya un cuadernillo escolar garabateado y ya perdido, con otras notas que hablan del frío húmedo del valle del Ojailén que sube hasta la habitación, mal caldeada y húmeda, del hotel Castilla donde Miguel contempla la foto quieta de Josefina, mientras el cristal de la ventana se empaña de un vaho misterioso, que asemeja el esbozo de una lágrima contenida.
    También algunas notas rápidas sobre un minero encorvado, o sobre las aguas derretidas de la Fuente Agria, que caen y gotean sin parar dejando un rastro de óxido nítido y viejo de orín, en la noche de la memoria. Y ¿porque no?, notas de sus viajes e impresiones a Mestanza, a San Lorenzo de Calatrava (donde los ciervos y jabalíes) y a Almodóvar del Campo. Notas que hoy parecen perdidas, pero que sí fueron escritas en días de luces fugaces de la otoñada que se enfría en los cerros y trasmontes. Una soledad húmeda, incluso en la habitación del Hostal, que no se disipa con la timidez del sol pacato de mediodía y con la intuición presentida de la proximidad del Sur. Un Sur provincial donde se estabilizaría el frente de Guerra años más tarde. Un Sur provinciano que se esconde y agazapa tras las crestas crecidas  de Puerto Niefla, y los sueños puntiagudos de Puerto Pulido y Valderepisa. Para caer luego , como un sueño ebrio, ya sobre el valle del Guadalquivir en llegando a Montoro.