Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

sábado, 21 de junio de 2014

El compromiso social y político de Miguel Hernández

por Salvador Ramallos Ros

Salvador Ramallos RosLa vida y la obra de Miguel Hernández están caracterizadas por su compromiso social y político que de forma gradual, irá aumentando conforme se sucedieron en la década de los años 30 tanto situaciones personales del autor como hechos históricos en España.
Miguel Hernández nace en una familia humilde que vive del campo y en la que recibe una educación católica. En su orientación literaria jugó un papel muy importante su amigo Ramón Sijé, que junto la citada educación religiosa le llevaron a una tendencia literaria clasista, es decir, a una obra marcada por una ferviente fe religiosa, como vemos en el hecho de que su primera obra de teatro fuera un auto sacramental. En ésta primera época, Miguel Hernández se caracteriza por una actitud conservadora y conformista, expresando que la manera de llegar a Dios es a través del trabajo, y critica las acciones revolucionarias campesinas y obreras.  Esta tendencia queda reflejada en su poesía en las obras “Perito en Lunas”, en “Imagen de tus huellas” y sobre todo en los poemas sueltos que escribe hasta la primera mitad de la década de los 30. Éstos son poemas con temas clásicos tratados de éste modo, como son la naturaleza, la muerte, el amor y el odio, temas que vemos en poemas como “Lagarto, mosca, grillo…” o en “Un carnívoro cuchillo”


Pero con la llegada de la República, esta tendencia conservadora empieza a cambiar. Miguel Hernández comienza a pensar en el más débil, en el obrero, y busca una mejor calidad de vida del más débil a través de la alfabetización, de la enseñanza. Este es el primer compromiso social de Miguel Hernández, que mantendrá hasta su muerte. Buscará llegar al obrero y culturizarlo a través de una poesía sencilla, de modo que éste lo entienda y piense sobre su vida. Es una poesía dirigida, como el propio Hernández indica,  “para la inmensa mayoría”[1]; será a partir de éste momento cuando comience la poesía social del poeta. Este cambio de mentalidad se verá muy influenciado por la crisis religiosa que sufre en este momento. Esta época de tránsito la veremos reflejada en la obra “El rayo que no cesa”, siendo el mejor ejemplo el poema suelto “Sonreídme”, donde el autor se aparta de las creencias religiosas[2] a las que ha estado sujeto desde su juventud.
Ya con posterioridad a influencia de Alberti y Neruda, jugará un papel muy importante en la evolución  política de Miguel Hernández, que, impulsado por los hechos que acontecen a la segunda mitad de los años 30, pasará a una actitud en la que busca defender y dignificar al hombre del campo, buscando concienciarlo de sus derechos y alentarle a conseguirlos. En ésta actitud el origen humilde y campesino de Miguel Hernández jugará un papel muy importante, utilizando incluso en su poesía experiencias para denunciar la situación del hombre del campo. Es precisamente en éste momento y sumido en el contexto histórico, cuando comienza el compromiso político de Miguel Hernández.  Compromiso en el que Miguel Hernández no busca poder o un cargo político, sino conseguir la dignidad de los más débiles a través de la denuncia social por medio de la poesía.
En el momento en el que estalla la Guerra Civil, el poeta se decanta por el bando republicano, que es el que se identifica con los pobres. Miguel Hernández consideraba su poesía como arma para conseguir esa dignificación del más débil, por lo que elaborará una poesía de guerra, es decir, de aliento y propaganda a su causa. Por lo tanto vemos que su mayor compromiso político y social tiene dos detonantes: uno personal,  como es la amistad de otros autores como Neruda o Alberti, y otro  histórico, que es el comienzo de la Guerra Civil. Sus dos obras más significativas en el aspecto social y político pertenecen a ésta época: “Vientos del pueblo” y “El hombre acecha”. La primera se escribe a comienzos de la guerra, y la segunda a finales, por lo que son dos obras con una actitud muy diferente por parte del autor. Es la poesía “impura”, alejada de las vanguardias y asentada en el surrealismo.

En la primera obra poética, Miguel Hernández toma una actitud luchadora y alentadora, con optimismo en la victoria y alentando a los obreros a luchar contra las personas que les aprisionan y explotan[3]. Miguel Hernández se siente pueblo, y como él, luchará desde las trincheras por sus derechos. Es una poesía comprometida con la búsqueda de la libertad, y que exalta la figura de la patria. Trata de transmitir valentía a los soldados, utilizando lo que él considera su mejor arma: la palabra. Los obreros podrán morir en la guerra, pero morirán con el valor que Miguel Hernández ha buscado desde un principio que consigan: la dignidad[4].

El poeta pasará a la figura plural, la figura del nosotros, con el fin de arengar a sus compañeros y los incite a luchar por los valores de la solidaridad. Para reflejar este compromiso social y político, Miguel Hernández empleará símbolos del obrero, como es el trabajo, la sangre o el sudor[5], y utilizará otros como el martillo para incitar a la lucha en busca de los valores comentados y, sobre todo, de la libertad del pueblo llano[6]. Utilizará una forma sencilla para llegar a todo el pueblo. Finalmente el poeta luchará por conseguir una España en la que todo el mundo tenga los mismos derechos para las siguientes generaciones y así lo dejará reflejado en ambas obras.
En la segunda obra citada, el poeta refleja una actitud pesimista y desalentadora, debido al momento en el que la escribe, ya en las últimas fases de la guerra. Lamenta el amor hacia la patria con la inminente derrota en la guerra[7]. En esta obra veremos la frustración del autor, expresando lo más íntimo de él mismo, de su identidad,  marcando el destino de la muerte por las consecuencias de la guerra. Pero Miguel Hernández mantendrá una pequeña esperanza en la victoria a través del amor a su país, intentando negar la derrota total[8].
Por lo tanto, vemos que el fuerte compromiso social de Miguel Hernández tiene, desde que abandona la motivación religiosa, una faceta cultural hacia el obrero. Mientras tanto, su compromiso político se une con su compromiso social, en la lucha por conseguir la dignidad, la libertad y los derechos de todos los trabajadores de España. Ambos compromisos, como hemos visto, están muy influenciados por los motivos personales del autor y sobre todo por los hechos políticos que caracterizan la época.
BIBLIOGRAFÍA EMPLEADA PARA LAS CITAS
-Riquelme, Jesucristo. Miguel Hernández, un poeta para espíritus jóvenes. Editorial Ecir. 1ª edición. Año 2009

[1] Ramón Jiménez predicaba una poesía “para la inmensa minoría” teniendo ambos autores el mismo objetivo. [2] “Vengo muy satisfecho de librarme De la serpiente de las múltiples cúpulas, la serpiente escamada de casullas y cálices (…) Vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos, De aquella boba gloria: sonreídme (…) Me libre de los templos: sonreídme”. Poema: Sonreídme
[3] “Aceituneros altivos, Decidme en el alma: ¿quién Amamantó los olivos? Vuestra sangre, vuestra vida, No la del explotador Que se enriqueció en la herida Generosa del sudor. No la del terrateniente Que os sepultó en la pobreza, Que os pisoteó la frente, que os redujo la cabeza  (…)  Jaén, levántate brava Sobre tus piedras lunares, No vayas a ser esclava Con todos tus olivares. Dentro de la claridad Del aceite y sus aromas, Indican tu libertad La libertad de tus lomas” Poema: Aceituneros  Obra: Vientos del pueblo
[4] “Si  me muero, que me muera Con la cabeza muy alta. Muerto y veinte veces muerto, La boca contra la grama.(…) Cantando espero a la muerte, Que hay ruiseñores que catan Encima de los fusiles Y en medio de las batallas” Poema: Vientos del pueblo O.c
[5] “¿quién levantó los olivos? No los levantó la nada, Ni el dinero, ni el señor, Sino la tierra callada, El trabajo y el sudor” Poema: Aceituneros  O.c
[6] “Es preciso matar para seguir viviendo” Poema: Canción del esposo soldado  O.c
[7] “Hoy el amor es muerte, Y el hombre acecha al hombre” Poema: Canción primera  Obra: El hombre acecha
[8]El odio se amortigua Detrás de la ventana. Será la garra suave. Dejadme la esperanza” Poema: Canción última Obra: El hombre acecha

lunes, 9 de junio de 2014

La legalización del PCE

La legalización del PCE

Santiago Carrillo, Ramón Tamames y Manuel Fraga
Época: Transición
Inicio: Año 1976
Fin: Año 1977

Antecedente:
La reforma se hace realidad

(C) Javier Tussell



Comentario
La matanza de los abogados de Atocha provocó numerosas muestras de solidaridad, a la vez que demostró que el PCE era capaz de controlar a sus masas y actuar de una manera extremadamente responsable. En efecto, el entierro de los militantes comunistas tuvo una repercusión política importante y sirvió de una manera decisiva para la legalización de su partido. A partir de entonces se dio la paradoja de que las fuerzas de orden público de un Estado que no reconocía la existencia legal del PCE se utilizaban para proteger a algunos de sus miembros.
La legalización del Partido Comunista tuvo lugar el día 9 de abril de 1977, en plena Semana Santa. Desde diciembre de 1976, en realidad, el PCE estaba en una situación de tolerancia. En febrero de este año había regresado del exilio su principal dirigente, Santiago Carrillo, permaneciendo oculto aunque también mantenía contactos con la oposición. Por su parte, el Rey, a través del presidente de Rumania, le hizo llegar el mensaje de que tuviera paciencia y evitara la confrontación en la calle. No obstante, Carrillo pretendió forzar algún tipo de reconocimiento del PCE por el procedimiento de dejarse ver por la capital. Su detención en los últimos días de diciembre de 1976 se explica por la necesidad que tenía el Gobierno de Adolfo Suárez de demostrar su autoridad y su eficacia policial. Carrillo tan sólo estuvo detenido una semana y, durante ella, el Gobierno tuvo la tentación de enviarle fuera de España, sin tener en cuenta que esa medida era incompatible con un Estado de Derecho. Finalmente fue liberado y de hecho su partido adquirió la condición de definitivamente tolerado.
Con toda probabilidad los dirigentes gubernamentales de la transición pensaron en un principio, por temor a la reacción militar, no legalizar al Partido Comunista hasta después de las elecciones. Este caso demuestra hasta qué punto la transición fue un complicado proceso en el que se entrelazaron de forma sucesiva las posturas de Gobierno y oposición. El PCE, aunque con poca ayuda del resto de los partidos de la oposición, continuó insistiendo en su legalización y, finalmente, Suárez acabó aceptándola en el momento preciso. El presidente del Gobierno tuvo un primer encuentro secreto con el secretario general del PCE en casa de un amigo común. La conversación fue muy fructífera, no porque se llegara a acuerdos precisos sino porque se produjo un entendimiento entre los dos políticos que duraría todo el período de la transición. Sin embargo, una prueba de la complejidad de la situación es que, al día siguiente de la entrevista, el Gobierno Civil de Madrid prohibió un acto que los comunistas intentaron convocar ocultándose tras una denominación inocua.
Por el momento, el Gobierno intentó evitar una cuestión especialmente espinosa para él y remitió al Tribunal Supremo la decisión acerca del carácter supuestamente totalitario del PCE. Mientras tanto, la propia evolución de la opinión pública hizo necesaria la legalización que daría veracidad a todo el proceso. Las encuestas de opinión del mes de marzo arrojaron un 40% de la población a favor de la legalización y un 25% en contra, pero el mes siguiente ya los porcentajes eran 45 y 17, respectivamente.
El Tribunal Supremo devolvió la pelota al Gobierno a principios de abril, transmitiéndole la decisión de legalizar el PCE. Suárez decidió la legalización el 9 de abril, un Sábado Santo en que, por ser vacaciones, era menor la capacidad de reacción de la clase política y de la prensa. Sin duda fue la decisión más arriesgada de toda la transición política, una auténtica obra de artesanía desde el punto de vista jurídico. La falta de decisión del Tribunal Supremo le sirvió al Gobierno para adoptarla. Lo peligroso fue que la legalización podía suponer un inmediato contragolpe por parte de la derecha. El propio Fraga, con una actitud desafortunada, calificó lo sucedido como "un verdadero golpe de Estado", aunque con el transcurso del tiempo acabaría por rectificar. Pero lo peligroso era la influencia que podía tener no sólo en los cuarteles. En este momento hubo una tensión grande en los altos mandos militares que se mostraron contrarios a la medida, aunque la aceptaran por "disciplina y patriotismo". Afortunadamente, el Ejército no tenía una cabeza dirigente ni una voluntad política precisa en estos momentos. El almirante Pita da Veiga dimitió como ministro de Marina produciendo la segunda crisis militar de la transición.
A lo largo del mes de abril continuó la vertiginosa labor del Gobierno. Poco antes de la legalización del PCE había decidido la desaparición del Movimiento Nacional, cuyo ministro pasó a ser secretario del Gobierno. Su estructura burocrática se integró en la Administración, como ella quería y aceptaba la oposición. El 25 de abril Adolfo Suárez hizo un viaje oficial a México, país opuesto tradicionalmente a la dictadura de Franco. Unos días después, a comienzos de mayo, anunció su deseo de presentarse a las elecciones.
Ya era posible percibir un balance netamente positivo de la legalización del Partido Comunista que, en sus mítines, hizo abandonar la bandera republicana a aquellos que todavía la portaban. Entretanto, el Gobierno fue logrando unos resultados aceptables en su lucha contra el terrorismo. ETA asesinó a un presidente de Diputación y continuó manteniendo a su favor a una parte de la opinión pública vasca, pero la policía actuó de manera eficaz contra los GRAPO o la extrema derecha. Pero la poca comprensión de los políticos del régimen por los sentimientos de catalanes y vascos mantuvo las tensiones: el propio presidente Suárez no aceptó el uso de la ikurriña e hizo unas declaraciones despectivas acerca de la capacidad del catalán para la ciencia moderna.
El PC votó favorable el referéndum de la Constitución de 1978.

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Miguel Hernández.