Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

martes, 9 de noviembre de 2010

Elena Garro y Miguel hernández


Elena Garro y Miguel hernández
Diario Información.es 9-10-2010
María Engracia Sigüenza Pacheco

Miguel Hernández no sólo era un poeta excepcional, también era un hombre de una gran calidad humana. Su sensibilidad y su capacidad de empatía, le hacían ver la esencia de las cosas y llegar de inmediato al alma de las personas. Así, resulta comprensible que un puñado de mujeres fascinantes, de gran talento creativo, que vivían a la sombra de los hombres sin obtener apenas reconocimiento por sus obras, encontraran en Miguel a un amigo sincero, a alguien capaz de valorarlas. Porque Miguel sentía una honda preocupación por las desigualdades, por los abusos de poder. Preocupación que se convirtió en sufrimiento y lo llevó a comprometerse hasta el final de sus días con los más desfavorecidos. Y por supuesto la situación de discriminación en que vivían las mujeres, "sus hermanas", como él las llama, no le fue ajena.

Elena Garro (México 1920-1998) fue una de esas mujeres fascinantes que, aunque por un breve espacio de tiempo, entró en contacto con Miguel y trabó amistad con él, dejando constancia de ello en el libro que publicó en 1992 con el título de Memorias de España 1937.

Elena y Miguel se conocieron en el II Congreso de Intelectuales Antifascistas que se celebró en España en 1937. Ella sólo tenía 17 años, se acababa de casar con Octavio Paz, abandonando sus estudios universitarios, y había viajado a España con él y con otros intelectuales mexicanos invitados al congreso. Era pues casi una niña, pero poseía ya el germen que la llevaría a convertirse en una gran escritora.

Miguel Hernández y ella se encontraron sólo en dos ocasiones, ambas en 1937; la primera en Madrid y la segunda en París, cuando Elena y Octavio ya habían abandonado España y Miguel volvía de su viaje a Rusia. Pero fueron suficientes para dejar huella en Elena, una mujer de aguda capacidad de penetración y gran sensibilidad; cualidades que, sin duda, la acercaron al alma del poeta.

Las circunstancias de la guerra española y la posterior muerte de Miguel impidieron que la amistad entre los dos pudiera desarrollarse. En esos días convulsos ninguno de ellos podía intuir lo que les reservaba el futuro. No podían imaginar cómo terminarían sus vidas -la de Miguel fue mucho más breve, ya que murió en 1942- ni que ambos dejarían una obra personal e imperecedera.

Elena Garro se convirtió pronto en una prolífica escritora, publicando en 1963 una de las obras maestras de las letras mexicanas: "Los recuerdos del porvenir". Novela iniciadora del realismo mágico (publicada cuatro años antes de Cien años de soledad) y la primera que revela los mitos y tradiciones del mundo prehispánico sincretizados con el pensamiento occidental.

En ella aparecen los temas que desarrolló en sus novelas, cuentos y obras de teatro: las injusticias sociales, la memoria, el tiempo, la destrucción de la cultura indígena, el origen de la violencia y la situación en la que vivían las mujeres.
Elena siempre alzó su voz, y en un mundo donde sólo los hombres podían ejercer la libertad, ella se atrevió a vivir fuera de las normas establecidas para las mujeres; se atrevió a expresar sus opiniones en artículos incendiarios, donde no dejaba títere con cabeza; y a escribir de forma brillante e innovadora. Era demasiado para la sociedad mexicana de la época, y lo pagó caro. Si Miguel pagó con la vida su compromiso social, ella fue castigada con la invisibilidad (algo peor que la muerte para un artista). Porque a día de hoy, doce años después de su fallecimiento, y a pesar de la reivindicación que se está haciendo de su figura en México, Elena Garro continúa siendo una gran desconocida. Creo que, de haber vivido Miguel Hernández, habría ayudado a Elena en los años que vivió exiliada en España. Como creo también que habría suscrito estas palabras de la autora en una entrevista realizada en 1977 sobre su libro "Los recuerdos del porvenir":

"Yo me sentía el pueblo. Yo creo que hay gentes que son recipientes de lo que sucede en un lugar, y como la gente se ha olvidado de Iguala y de todo lo que sucedía, yo me atribuí el derecho de la memoria porque yo no me he olvidado. Así empiezo a ser el pueblo, la voz del pueblo. Esa voz es la mía y poco a poco fui dejando entrar otras voces, otros personajes".

Tanto Elena como Miguel son parte de la memoria colectiva de los pueblos. Hay que preservar su obra y hacer que llegue al pueblo, y no sólo a los eruditos.
En el caso de Elena Garro aún está todo por hacer.

"Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga".
Elena Garro de "Los recuerdos del porvenir".