Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

miércoles, 3 de marzo de 2010

Homenaje a Miguel en Zaragoza

HOMENAJE EN ZARAGOZA.
"Miguel Hernández era muy alegre y también muy picante"
La nuera del poeta, Lucía Izquierdo, acercó la figura del poeta y de su familia, en una velada inolvidable.

03/03/2010 ROBERTO MIRANDA

A Miguel Hernández le gustaban los chistes verdes. "Era muy alegre y también muy picante; me lo contaba Josefina, su mujer. A ella le daba mucho coraje que fuese tan picantillo a la hora de dirigirse a ella. Siempre le estaba recriminando esa postura". Lo explicaba ayer Lucía Izquierdo la nuera, viuda de aquel hijo segundo, Manuel Miguel, a quien el poeta dedicara las Nanas de la cebolla cuando tenía tres años.

El homenaje de Zaragoza a Miguel Hernández (Orihuela, 1910-Alicante 1942) en el centenario de su nacimiento no se limitó a una lectura de poemas, que corroborarían de forma culta lo de que era picante: "He sembrado tu vientre de amor y sementera...", o "te me mueres de casta y de sencilla...", sino un entrar en aquella casa estrecha en la que Josefina Manresa viuda se dejaba los ojos en la máquina de coser para sacar a todos adelante.

A aquel niño que hasta los ocho años no pudo tener en sus manos el cuento que su padre le escribió en la cárcel, lleno de dibujos: "Y cayeron sus lágrimas encima del cuento. Hoy ese original del poeta se conserva con los borroncillos de lágrimas que cayeron en algunos párrafos". En cuanto a las Nanas "el niño no podía terminarlas" --explica Lucía--.

TODO UN LEGADO El Ayuntamiento de Elche quiere comprar el legado de Miguel Hernández que su viuda le dejó en en depósito por 25 años, que se cumplieron en el 2009, pero Lucía, la nuera, madre de dos hijos, explica que "no queremos vender; le hicimos comprender al alcalde que eso es nuestro, son los sentimientos, nuestra historia; nos hemos criado con eso. Le hemos dicho que queremos que siga como está, en depósito".

El verdadero legado de Miguel Hernández, su poesía y su talante humano, ya es de todos. Ayer lo mostraba el poeta Ángel Guinda, de forma magistral, que conoció a aquel hijo ya adulto, en un bar: "No trabajaba entonces, estaba amargado y metido en el alcohol, aplastado por el peso de su propia historia, como tatuado por su sentimiento de culpa, señalado por el rencor acusador del pueblo sumiso: Por tu padre pasó lo que pasó", en uno de los momentos más impresionantes de la noche.

Lucía Izquierdo tenía 17 años cuando se casó con Manuel Miguel(fallecido hace 26 años). "Conviví con su madre muchos años y la conocí muy bien, yo era muy joven, no tenía padres y me amoldé a ellos ". Y recuerda a su suegra casi ciega, que cuando murió llevaba 13 operaciones en los ojos y cosía ropa de bebé y trajes de comunión. Josefina tuvo que cuidar a cuatro hermanos tras ser asesinado su padre guardia civil, al que la esposa le sobrevivió seis meses. Debió abandonar "las ñoñerías y los lloros". Vicente Aleixandre, que había regalado a Miguel en su boda el reloj de oro que delataría al poeta huido a Portugal terminada la guerra, volvió a prestar dinero a su viuda para las operaciones de cataratas. Josefina Manresa murió hace 23 años.

" Manuel Miguel(yo le llamaba Miguel, ellos le llamaban Manolín), el hijo, me enseñó a meditar y me habló de su padre a quien yo no conocía". Por milagro recordaba el día que le llevó su madre con tres años a ver a su padre a la cárcel. Llevaba unas canicas de barro y le cayeron a los pies de su padre, que recibió un golpe de mosquetón en la mano al tratar de recogerlas.

El hijo no tendría suerte con una empresa de artes gráficas que montó de mayor con un amigo. Halló trabajo en Madrid (de nuevo, Aleixandre) y regresó a Alicante aquejado de una depresión. En ese estado debió verle Ángel Guinda. Tenía un gran legado encima: El del poeta preso que no firmó el papel de adhesión a Franco que le presentaron Cossío y el obispo Almarcha a cambio de salvar su vida.