Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

lunes, 22 de febrero de 2010

Juan Guerrero Ruiz y Miguel Hernández

Relación con Miguel Hernández y la Generación del 27

La vida de Juan Guerrero estuvo puesta al servicio de la poesía y de los poetas, de quienes fue amigo seguro y cordial. Enrique Canito denominó a Juan Guerrero Ruiz como “el Notario Mayor de la Poesía” y también afirmó que “fue amigo y confidente de toda una gran generación literaria, el conocedor delicado e inteligente de nuestra mejor poesía contemporánea”. Dámaso Alonso también tuvo palabras de elogió sobre la figura de Juan Guerrero, comentando que “llevaba un meticuloso y maravilloso archivo. No creo que exista en España, por lo que toca a la literatura de nuestro siglo, un tesoro semejante”.

Según el crítico Ricardo Gullón:

«la red de sus corresponsales y amigos llegó a ser grande [y] no había página literaria ni revistilla juvenil que de un modo u otro no llegara a sus manos... Y sabía muchas más cosas de las registradas en su archivo. Sucesos y acontecimientos tal vez olvidados o semidesvanecidos en la memoria de los protagonistas, estaban presentes en la suya... Averiguó secretos que su discreción guardó cuidadosamente, cuando hacía falta guardarlos. Supo, hace años, quién era la Guiomar del amor y los versos machadescos; quién la musa americana inspiradora de cierto libro poético triunfante en años inmediatamente anteriores a la guerra civil. De la llamada vida literaria procuró conservar lo significante; no lo estrictamente íntimo».

El valioso Archivo de Juan Guerrero Ruiz lo adquirió la Universidad de Puerto Rico con los fondos del Premio Nobel donados por Juan Ramón a la Sala Zenobia-Juan Ramón Jiménez de la Biblioteca General José M. Lázaro. En el archivo de Guerrero se conservan cuatro cartas y dos tarjetas postales de Miguel Hernández dirigidas a Juan Guerrero y una a su esposa Josefina. En 1968 Marta Aponte Alsina publicó en el número homenaje a Miguel Hernández de la revista “Puerto”, dirigida por Aurora de Albornoz y publicada por la Facultad de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico, las cinco cartas y una de las tarjetas postales.

En 1933, Juan Guerrero y Miguel Hernández comenzaron a intercambiar correspondencia, como se puede apreciar en el siguiente texto:
“Leí su tarjeta, amigo Guerrero. ¿No ha leído en “La Verdad” mi otra elegía de nuestro Gabriel Miró que le dedico a su amigo Juan Ramón Jiménez? ¿No podría lograr para mí de ese Ayuntamiento, de esa Diputación una subvención, una colocación para mí descolocado y pobre? Creo merecer trabajar -aquí no hallo trabajo- al menos para dejar de vivir en este desconcierto y sorda vida humildes, y humillado. Perdóneme que de un día que le conozco, aunque para siempre, le haya pedido, le pida, el alcance de un favor poético y político.

Hasta pronto suyo yo, Miguel Hernández.

Orihuela 10 junio 1937”



Además de una bibliografía de diecinueve fichas sobre Miguel Hernández, Guerrero conservó en su Archivo veintidós poemas autógrafos del poeta amigo y nueve poemas -algunos escritos a máquina y otros manuscritos- dedicados a su memoria.

Los dos poemas mejores son una “Elegía a la muerte del poeta Miguel Hernández” escrita por Ildefonso-Manuel Gil el 20 de abril de 1942, y un soneto de José Luis Cano, también compuesto en abril de 1942 y titulado “a un poeta, en su muerte”, el cual transcribimos:

Cuando estaba en tu vida esperanzado, por verte
y ser tu amigo y conocerte, vino esa madrugada
y esa muerte y ese grito de amor desesperado.
Vino ese rayo oscuro y despiadado a herir tu
amor al fin, a herir tu suerte, cuando estaba
soñando con tenerte en mi playa andaluza
descuidado. De qué mundo implacable será el
viento que ha secado la luz de tu mirada y la
bronca hermosura de tu acento.
Y qué lenta y qué amarga madrugada debió
rozar tu pecho sin aliento y desangrar tu boca
desvelada.


Por
Juanjo Menárguez Gómez
Santiago Mirete Moñino

Publicado en El Eco Hernandiano /digital nº 28