Sinopsis:

Página multimedia virtual sobre la vida, obra y acontecimientos del universal poeta Miguel Hernández -que murió por servir una idea- con motivo del I Centenario de su nacimiento (1910-2010). Administrada por Ramón Fernández Palmeral. ALICANTE (España). Esta página no es responsable de los comentarios de sus colaboradores. Contacto: ramon.palmeral@gmail.com

sábado, 16 de enero de 2010

El escultor Víctor González, acogió a Miguel en Madrid


Miguel Hernández entabló amistad con varios colaboradores de la revista [Rumbo, publicó Pastora de la muerte el 15 de junio de 1935] en los meses turbulentos que preceden al estallido de la Guerra Civil, en concreto con tres talaveranos: Víctor González Gil [propietario de la revista], Emilio Niveiro y Rafael Morales . La amistad del primero tuvo su momento de afirmación recién iniciada la posguerra, cuando Miguel Hernández, tras ser detenido en Portugal y pasar varios días en la cárcel de Torrijos en Madrid, fue liberado en mayo (sic)[septiembre] de 1939. Víctor González Gil, que ya le había proporcionado al oriolano un colchón para hacer menos dolorosa su estancia en prisión, lo alojó en su casa, una vez salió en libertad. El escultor ha dejado constancia de estos hechos en varias ocasiones en las que ha sido entrevistado. Un ejemplo de ello lo encontramos en la siguiente entrevista:

“Encontré a Miguel el 27 de mayo (sic)[septiembre] de 1939. Era por la mañana y lo fui a despedir a la calle de la Alameda. Me dijo que quería irse de pastor. Que se iba a Sevilla. Después me enteré por Aleixandre que estaba en la cárcel de Torrijos de donde, al salir, vino a verme a casa. Me contó muchas cosas. [...] Yo le dije a Miguel que podía quedarse algún tiempo en casa (calle de Garcilaso, 10), pero a condición de que se mantuviera oculto y si escribía a Josefina no pusiera remite alguno porque se delataría. Por las tardes se escapaba para ir a ver al poeta Eduardo Llosent Marañón, que vivía en un hotel en la plaza de Santa Bárbara. A pesar de que yo le decía que no debía salir de casa, fue a verlo muchas veces en breve tiempo. A lo que Miguel iba era a pedirle un salvoconducto para marchar a Orihuela. Yo no compartía la idea, pero al final creo que fue Marañón quien al fin le consiguió el salvoconducto y ya no hubo forma humana de retenerle en casa [...]”.

(Extracto del artículo de María Rodríguez Martín en el Eco Hernandiano, nº 27)